La cultura aymara no sólo es una cultura de vida, sino también una cultura viva. Es decir, una cultura dinámica porque se modifica y se adapta a nuevas circunstancias existenciales, pero sin perder su savia ancestral que surge de esa idea de interrelación fundamental. Cambia pero sin dejar de ser él mismo en la nueva situación geográfica y/o histórica que les toca vivir. Así, los aymaras que se van a colonizar el Alto Beni son capaces de modificar sus elementos formales (símbolos, conceptos, costumbres, celebraciones y técnicas), pero mantienen el espíritu andino que les da un contenido particular. El dinamismo de la cultura aymara va generando nuevos modos de existencia en concordancia con los nuevos paisajes naturales y sociales con los que entra en relación. Lo destacable es que en estos nuevos modos de existencia una y otra vez se afirma la vida, la vida del hombre en armonía con la naturaleza, con sus semejantes y con las divinidades.