En las sociedades industrializadas que caminan deprisa hacia una cultura del ocio individual, la tecnología ha pasado a estar al servicio del Arte, y el Arte a su vez, al servicio del ocio y las tecnologías de la comunicación. El Arte como continuador del espectáculo. Quizá sea este el momento. Las opiniones encontradas empiezan a asentarse y a convivir sin excluirse. Por una parte, la tecnología demiurgo de los problemas del hombre; por otra, el rechazo fulminante ante todo lo sospechoso de ser catalogado como técnico. El propósito de este trabajo es analizar, desde la reflexión basada en la propia experiencia profesional, la evolución y el vínculo que los hallazgos tecnológicos puedan tener con la obra de arte y el entendimiento de la misma.