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¡Ay! ¡Doy al diablo la caza; que él sin duda la inventó! ¡Ay! ¿Que pudiéndola yo cómodamente en la plaza de Zaragoza escoger, sin arriesgar por seguilla un cabello, una rodilla me venga al campo a romper? ¿Que tan a costa y despecho de su descanso, a la sierra se parta un hombre a dar guerra a un gazapo? ¿Qué me han hecho las liebres y los conejos? Como mujer es quien da en cazar, que a misa va siempre a la iglesia más lejos. Pues si la caza se estima por ser viva imitación de la guerra, esa razón la condena; que la esgrima a las pendencias imita, y se ve ordinariamente que en la blanca no es…mehr

Produktbeschreibung
¡Ay! ¡Doy al diablo la caza; que él sin duda la inventó! ¡Ay! ¿Que pudiéndola yo cómodamente en la plaza de Zaragoza escoger, sin arriesgar por seguilla un cabello, una rodilla me venga al campo a romper? ¿Que tan a costa y despecho de su descanso, a la sierra se parta un hombre a dar guerra a un gazapo? ¿Qué me han hecho las liebres y los conejos? Como mujer es quien da en cazar, que a misa va siempre a la iglesia más lejos. Pues si la caza se estima por ser viva imitación de la guerra, esa razón la condena; que la esgrima a las pendencias imita, y se ve ordinariamente que en la blanca no es valiente quien más la negra ejercita; y quien más use en la sierra seguir el bruto cobarde, confío menos que aguarde a un enemigo en la guerra; que enseñarse a la conquista de quien no sabe aguardar, es enseñarse a extrañar enemigo que le embista.