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¡Ay! ¡Doy al diablo la caza; que él sin duda la inventó! ¡Ay! ¿Que pudiéndola yo cómodamente en la plaza de Zaragoza escoger, sin arriesgar por seguilla un cabello, una rodilla me venga al campo a romper? ¿Que tan a costa y despecho de su descanso, a la sierra se parta un hombre a dar guerra a un gazapo? ¿Qué me han hecho las liebres y los conejos? Como mujer es quien da en cazar, que a misa va siempre a la iglesia más lejos. Pues si la caza se estima por ser viva imitación de la guerra, esa razón la condena; que la esgrima a las pendencias imita, y se ve ordinariamente que en la blanca no es…mehr

Produktbeschreibung
¡Ay! ¡Doy al diablo la caza; que él sin duda la inventó! ¡Ay! ¿Que pudiéndola yo cómodamente en la plaza de Zaragoza escoger, sin arriesgar por seguilla un cabello, una rodilla me venga al campo a romper? ¿Que tan a costa y despecho de su descanso, a la sierra se parta un hombre a dar guerra a un gazapo? ¿Qué me han hecho las liebres y los conejos? Como mujer es quien da en cazar, que a misa va siempre a la iglesia más lejos. Pues si la caza se estima por ser viva imitación de la guerra, esa razón la condena; que la esgrima a las pendencias imita, y se ve ordinariamente que en la blanca no es valiente quien más la negra ejercita; y quien más use en la sierra seguir el bruto cobarde, confío menos que aguarde a un enemigo en la guerra; que enseñarse a la conquista de quien no sabe aguardar, es enseñarse a extrañar enemigo que le embista.
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Autorenporträt
Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza (1581-1639). México. Nació en México y vivió gran parte de su vida en España. Era hijo de Pedro Ruiz de Alarcón y Leonor de Mendoza, ambos con antepasados de la nobleza. Estudió abogacía en la Real y Pontificia Universidad de la Ciudad de México y a comienzos del siglo xvii viajó a España donde obtuvo el título de bachiller de cánones en la Universidad de Salamanca. Ejerció como abogado en Sevilla (1606) y regresó a México a terminar sus estudios de leyes en 1608. En 1614 volvió otra vez a España y trabajó como relator del Consejo de Indias. Era deforme (jorobado de pecho y espalda) por lo que fue objeto de numerosas burlas de escritores contemporáneos como Francisco de Quevedo, que lo llamaba «corcovilla», Félix Lope de Vega y Pedro Calderón de la Barca.