Los hundimientos del subterráneo continuaban con mayor violencia. La bóveda de la galería se desprendía acá y allá en pedazos enormes, que se deshacían al caer y cerraban todas las salidas. El suelo rugía y temblaba sin interrupción. Hubiérase creído presenciar uno de esos espantosos terremotos de las tierras volcánicas del Nuevo Mundo, que destruyen ciudades enteras. Vanda había caído de rodillas, y elevaba sus plegarias al cielo. Paulina, estrechamente enlazada a Polito, le decía: ¿¡Al menos moriremos juntos! Milon bramaba de furor y blandía sus puños enormes repitiendo: ¿¡Ah! los infames fenians!... ¡Los miserables! En cuanto a Marmouset, callado y sombrío, contemplaba a su jefe.
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