En esta investigación se analizan las reacciones de la política exterior española contra el gobierno japonés con motivo de la invasión de este país a Manchuria en septiembre de 1931. Manuel Azaña, presidente del gobierno del primer bienio de la Segunda República española, al principio no mostró demasiado interés por este asunto, pero Alajandro Lerroux, ministro de Estado y máximo responsable de la diplomacia republicana, reaccionó rápidamente y siguió el curso del Incidente de Manchuria con mucha atención. Esa actitud de Lerroux, secundada por los dos ministros de España en Tokio: Juan Francisco de Cárdenas, y posteriormente, Santiago Méndez de Vigo, contribuyó a eliminar oportunamente cualquier molestia, de las autoridades niponas hacia el gobierno azañista, que hubiera podido causar la intervención de Salvador de Madariaga, representante español de la Sociedad de Naciones, en contra de Japón. De ahí que el problema que podía perjudicar a Azaña, apenas interesado en un asunto del Extremo Oriente, fuera solucionado gracias a las gestiones llevadas a cabo por el cuerpo diplomático español en el Extremo Oriente.