El cine se convirtió en un arte que se renueva constantemente sin dejar de lado los fundamentos clásicos de sus inicios, con lo cual logró implementar en sus espectadores cambios que generaron emociones a través de las nuevas formas de ver el mundo cotidiano, demostrando que es capaz de crear realidades a partir de las estructuras visuales y sonoras con el uso magistral de las emociones que puede sugerir una pieza musical o simplemente con el silencio en conjunto con las imágenes. Estas nuevas alternativas de relatar historias basadas en la discontinuidad, demostraron que el cine tiene la capacidad de reinventarse con el paso del tiempo, para transportar a la pantalla al espectador que paradójicamente se quedó anclado en una butaca, convirtiéndolo en un ser pensante y reflexivo. El cine de las últimas décadas dotó de dinamismo a un observador que siempre había estado estático recibiendo información constante, sin tener la posibilidad de crear sus propios conceptos, sin embargo, no olvidó las bases que el cine clásico dejó como legado, siendo gracias a estas reglas que el espectador ha logrado entender aún más la fragmentación del mundo cinematográfico.