Las regiones vuelven a la escena política. La mayoría de ellas tienen detrás una historia, una identidad y, por tanto, una tradición. Debido a la especial relación entre los Estados (nación) y sus regiones subestatales, la negociación se lleva a cabo en términos de poder. Lo he analizado brevemente para señalar cómo el poder configura la asignación de los derechos de propiedad, es decir, cómo el poder estatal sigue gestionando la cantidad de poder que debe transferirse o no al nivel subestatal de gobierno. Con este telón de fondo, la distribución vertical del poder se examina en dos capas, a saber, por qué debe compartirse el poder y cómo se supone que debe desarrollarse este proceso. Ambos se contemplan desde tres perspectivas diferentes: la de la (multi)gobernanza, la de la diversidad sociocultural y la jurídico-institucional. Mientras que bajo el paraguas del por qué se plantean preguntas y demandas, en la parte del cómo se dan respuestas en orden inverso, en términos de administración mixta, democracia directa alternativa y (des)representación política. El estudio finaliza con un breve repaso al cúmulo conceptual de la subsidiariedad en busca de la fórmula más adecuada para hacer frente a la creciente complejidad del actual proceso de elaboración de políticas.
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