Mientras uno está apegado a las cosas de esta vida, a los intereses mundanos, no pone las causas para poder obtener una felicidad estable, es como si se pretendiese calmar la sed bebiendo el agua de un espejismo. Sin embargo, si no hay apego, uno se siente contento ante cualquier situación, su felicidad no se altera. El odio o el enfado son los mayores obstáculos para ser felices. Nos impiden estar en paz y convivir en armonía con los demás. Bajo su influencia, la mente está alterada e infeliz y no puede actuar correctamente. Para eliminarlos debemos desarrollar la tolerancia y la paciencia.
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