La evasión fiscal no solo erosiona los ingresos públicos. También atenta contra los objetivos estratégicos en materia de igualdad y cohesión social, rompiendo con la equidad horizontal y vertical que caracterizan a un buen sistema tributario, además de provocar distorsiones en el crecimiento económico debido a la generación de externalidades y competencia desleal que este fenómeno conlleva. Esta situación justifica la medición de este fenómeno por dos razones muy importantes: En primer término, por la posibilidad que existe de lograr mejoras en la calidad del diseño de la política Fiscal, encaminadas a crear un sistema que garantice un nivel mínimo de bienestar social; y segundo, porque constituye un indicador que puede ser utilizado estratégicamente en las decisiones que tome la Administración Tributaria.