En 1949 el escritor cubano Jorge Mañach agradeció a José Lezama Lima en una carta pública el regalo de un ejemplar de su libro de poemas La fijeza, editado en esas bellas ediciones de la revista Orígenes, que usted viene dirigiendo desde hace algunos años con heroísmo y prestigio sumos. Por entonces ya Lezama era una figura en el panorama literario cubano y reivindicaba su parcela en él, con sus particularidades inherentes. Había madurado también su sistema poético, que, en La fijeza alcanza un esplendor que luego quedará reforzado en sus ensayos. El título evoca el barroco de Luis de Góngora. La fijeza es el tiempo que resisten los objetos ante la luz, dice Lezama en referencia al concepto gongorino. En La fijeza debate la posibilidad, anhelada por Lezama, de un creación verbal, en cuyo acto quede abolida la causalidad. El poeta no se conforma con la contemplación de la realidad aparente, lo que el autor quiere reflejar es el eterno reverso enigmático de la cosas. Poemas como: Rapsodia para el mulo Muerte del tiempo Procesión Tangencias Éxtasis de la sustancia destruida Resistencia Son un paso más allá en el camino que recorre Lezama. Aquí el autor avanza en su intento de hacer de la poesía un sistema que nos revele un mundo nuevo, cuya causalidad es la de las conexiones poéticas. Asimismo, entre otros poemas más herméticos, estos destacan por la cadencia con que la voz del poeta nos lleva a su mundo.
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