El autor examina cómo Occidente, durante décadas, ha sido el principal impulsor de la globalización y cómo se ha erosionado con la aparición de corrientes opuestas como los movimientos antiglobalistas e identitarios en Occidente. El autor explora instituciones internacionales como la ONU, el FMI y el Banco Mundial, creadas por Occidente para establecer una gobernanza mundial unificada, sólo para ser percibidas como herramientas de dominación y no de cooperación. El libro explora las ventajas e inconvenientes del modelo occidental de democracia y derechos humanos, abordando sus limitaciones e imperfecciones. Frente a estos desarrollos, se adopta un enfoque comparativo examinando el modelo chino como alternativa a la globalización occidental y ofreciendo a los BRICS, países emergentes, la capacidad de desafiar el orden mundial establecido. Por último, el libro propone una visión innovadora de una gobernanza mundial de las naciones. A través de la geopolítica y el análisis sistémico, el mundo se divide en zonas geográficas, distribuyendo así el poder de forma descentralizada. Una red central, ligera y funcional coordinará estas zonas respetando su autonomía y diversidad.
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