El estudio explica que la orientación codiciosa hacia el dinero y la propiedad, un "mal" aceptado como forma de vida, ahoga la democracia y el desarrollo en Nigeria. Nigeria necesita una transformación, pero apenas existe consenso para llevar al país a la grandeza; en su lugar, los sentimientos individualistas y primordiales, unidos a la codicia, forman la base de la existencia. El respeto y el reconocimiento se ganan por la cantidad de riqueza material y dinero que uno posee, y los medios para verificar la autenticidad de la acumulación ilícita son débiles. Aunque se demuestre realmente que la riqueza ha sido robada, no se puede confiar en que el sistema haga justicia. Las élites son codiciosas, reprensiblemente adquisitivas de bienes que no se generan a partir de la industria y la inteligencia. Falta la esencia de la gobernanza, que es proporcionar las necesidades humanas básicas. En el camino de las élites, los ciudadanos llevan la mentalidad de adquirirlo todo, para vivir como el "gran hombre" que vive a lo grande de la riqueza robada y obtener el respeto y el reconocimiento de la misma gente oprimida. Se necesita una buena gobernanza que inspire patriotismo, un derecho de propiedad refinado, un sistema fiscal que incluya el afianzamiento del Estado de Derecho.
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