En 2009, el mundo entero recibía una alerta mundial a causa de una pandemia provocada por el virus A (H1N1) y los médicos no sabían que hacer ante esa nueva enfermedad; mientras tanto, la comunidad científica hacía sus mejores esfuerzos para encontrar la cura. Cifras extraoficiales estimaron que la pandemia dejó más de medio millón de víctimas. El Perú no fue ajeno a ello: en el Hospital Nacional Dos de Mayo, una mujer embarazada se convertiría en la primera paciente grave en contraer dicho virus; una alternativa hubiera sido adelantar el embarazo para separar a la madre de su hijo y, así, cada uno luchara por su vida. Los médicos vislumbraban un desenlace fatal; ante ello, la familia optó por tomar el camino más antiguo y difícil de comprender por la ciencia: la fe.
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