La identidad mexicana forjada en un pasado glorioso, vulnerada, en primer término, por una invasión de europeos en su mayoría de lengua española y, en segundo lugar, por otra de lengua inglesa que, no sólo cometió las mismas atrocidades que sus antecesores, sino que tuvo la osadía de convertir la ocupación permanente en despojo, es la dolorosa ruta histórica que habremos de transitar en nuestro examen de la mexicanidad.