Moscú, 1918. El clima de ausencia de cesura que sigue a la Revolución de Octubre da paso sin tardanza a una censura aún mayor. El escritor y bibliófilo Mijaíl Osorguín decide entonces, junto a un puñado de intelectuales a cual más excéntrico, fundar en Moscú la que llaman La Librería de los Escritores; pronto se convierte en un pequeño centro cultural, un lugar de descanso y un refugio para escritores, profesores, artistas y estudiantes, para todos aquellos que no querían romper con la cultura ni reprimir sus últimas inquietudes espirituales. En aquellos calamitosos años, cuando los libros se usaban para calentar las estufas, a falta de novedades editoriales, deciden publicar cortas tiradas de libros manuscritos de autores como Alexéi Rémizov o Marina Tsvietáieva. Este es el relato en primera persona de aquella iniciativa única.
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