Hölderlin, Kleist, Nietzsche, tres personajes extraordinarios por los que Stefan Zweig, como «psicólogo por pasión, creador por voluntad creadora» sentía un profundo apego. Su inquietud vital los aleja de la contención de Goethe decidido a autoconstruirse: «La fórmula para la vida según Goethe es la representada por el círculo: una línea cerrada, la redondez absoluta que abarca toda existencia, el eterno retorno a uno mismo.» En cambio, «la forma de lo demoníaco», de la inquietud interna en Hölderlin, Kleist y Nietzsche, «se expresa por una parábola: un ascenso rápido e impetuoso en una única dirección, hacia lo superior, lo infinito, una curva perpendicular y una caída brusca.» El demonio, entendido por Stefan Zweig como remanente del caos original del mundo, es quien desafía a los hombres creativos, poseídos por él, y les «arranca de las manos, a la fuerza, el timón de la voluntad, de manera que... son tambaleados por la tempestad, y chocan contra las peñas de su destino.»
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