Cargar con las culpas ajenas o sentirse culpable es menester del hombre que busca ansiosamente donde verter su razón, y la otra cara vertiginosa del hombre es sentarse a esperar que alguien le quite la culpa y le dé la respuesta. Él no se ha percatado de tan hermoso regalo dado por la vida todos los días, esos pequeños instantes donde somos protagonista y actores principales, solo nos quejamos, vivimos aburridos, esperando que otros den sentido a nuestras vidas. Sin imaginar el mañana, sin darle vuelta al rombo de la creatividad, sin atrevernos a descubrir y a aprender de los cambios, a darle importancia al origen de las cosas, buscando respuestas fáciles y rápidas a situaciones que suelan requerirlas, solo nos quedamos en esos reclamos por cosas que nos faltan, preguntándonos de quien es la culpa.