Nuestro ensayo, La Muerte es la gran igualadora, nos presenta una colección de Epigramas sobre la Muerte y el tiempo oportuno, que se alimenta de dos ediciones que se flexionan, de hoz a coz, sobre la experiencia de las canas, como hiciera lo mejor de la literatura hebrea y griega: a) La edición de los Emblemata de Otto Vaenius, en Amberes 1612, presenta los Epigramas en cuatro lenguas: español, francés, italiano y flamenco, como una gran novedad que contribuía a divulgar la estética humanística del Renacimiento. b) La edición cumbre de Bruselas 1672, del Theatro Moral de la vida humana, "obra propia para la educación de reyes y príncipes" (proemio), añade a los Emblemata de Vaenius las Explicaciones de los emblemas, y nuevos Epigramas. Los Epigramas siguen hablando y el lector de nuestro tiempo puede asumir sobre ellos una paternidad que perdió el autor hace ya 400 años. Es verdad que sin la recuperación de las artes el lenguaje, el Humanismo como movimiento cultural no habría sido posible ¿Los humanistas del siglo XXI volverán a leer la palabra sólida de los clásicos, o el hombre líquido de la postmodernidad, -que ignorantemente ingenuo se derrite ante la muerte- se lo prohíbe?