Pero no nos engañemos, nadie es profeta o, mejor dicho, poeta en su tierra, por eso hay en ella autores nativos cuya residencia se halla ubicada desde hace algunos años lejos del paisaje que los vio crecer y, a la inversa, también los hay que hace años decidieron quedarse entre nosotros. Siendo la nuestra una isla de conquistadores y conquistados, de emigrantes y emigrados, no podían ser más variadas y heterogéneas sus raíces. Catalán, provenzal, latín y árabe, fueron las lenguas usadas por Ramón Llull. No obstante esta variedad/realidad constante y plurilingüe, la poesía castellana parecía no tener su pequeño hueco en nuestra cultura. ¿Acaso no nos sentimos orgullosos de que esta tierra haya acogido a escritores como Rubén Dario, Borges o Cela, de que haya sido patria de Jacobo Sureda, o Biedma o Juan Luis Panero? ¿Cómo borrar todas esas huellas indelebles ante los ojos de quien observa? Después de todo, para un escritor no hay más patria y extensión que las palabras ni más refugio que se memoria.
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