Cuando el mundo de las palabras quiere sofocar a la Palabra, suele segregar, condenar, estigmatizar, aislar o ignorar. A pesar de ello, siempre hay alguien que la busca y de alguna manera la encuentra. Un capellán de hospital, llamado a altas horas de una noche de crudo invierno para atender a un moribundo, recorre el camino entre su casa y la sala donde yace el anciano enfermo recordando las historias vividas en su infancia entre buscadores de esa Palabra con mayúscula.