El método tradicional de control de la mayoría de las plagas es la aplicación de plaguicidas químicos, lo que ha generado problemas complejos, entre ellos: la resistencia a los insecticidas; los brotes de plagas secundarias que normalmente se mantienen en el espectro de los plaguicidas, la eliminación de los enemigos naturales y la alteración de los ecosistemas naturales, y el temor por parte del público de que el uso continuado de insecticidas químicos contamine aún más el medio ambiente, en particular el suministro de alimentos y agua, con productos químicos persistentes y nocivos. Así pues, la necesidad crítica de contar con alternativas seguras y eficaces a los insecticidas químicos ha estimulado un considerable interés por el uso de agentes de control biológico de insectos de importancia agrícola y médica. En consecuencia, se ha prestado cada vez más atención a los enemigos naturales, como depredadores, parásitos y patógenos. Desgraciadamente, ninguno de los depredadores o parásitos puede producirse en masa y almacenarse durante largos periodos de tiempo, ya que todos ellos deben criarse in vivo. Se ha hecho evidente la necesidad urgente de un agente biológico, que posea las propiedades deseables de un pesticida químico que lo haga altamente tóxico para el organismo objetivo, y que pueda ser producido en masa.
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