La mayoría de los inmigrantes judíos y siriolibaneses que ingresaron a la nación mexicana a principios del siglo XX tenían como destino los Estados Unidos de Norteamérica. Sin embargo, considerados indeseables en ese país, algunos se refugiaron en México sólo para esperar otra oportunidad de ingreso a la potencia del norte. Otros, prefirieron insertarse en una nación de la cual no conocían nada o casi nada. Los que decidieron quedarse en México, o no tuvieron más remedio que hacerlo, vivieron un proceso de adaptación arduo. Estos migrantes, carentes de oportunidades para trabajar en la industria o la agricultura, buscaron en el comercio una forma de sobrevivir y, además, generar un excedente. No poseían el capital suficiente establecer un negocio formal y optaron por lo que, quizá, era su única opción para instalarse en suelo mexicano: el comercio ambulante con cobro en abonos. Este sistema de comercio, abrió nuevos mercados a la industria textil, que para entonces era la más importante del país. Los aboneros expandieron el mercado interno incorporando al consumo barrios bajos y poblados indígenas.