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Como muestra la autora, a lo largo de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), los gobiernos de los países implicados en el conflicto produjeron millones de tarjetas postales. Se ilustraron con imágenes que construían una narrativa destinada a estimular la continuación del esfuerzo bélico, tanto en el frente como en la retaguardia, como se muestra aquí a través de una reflexión centrada en las postales francesas de la época. Al contrastar los mensajes visuales impresos en las postales con los escritos a mano por sus remitentes, la obra pretende poner de relieve las diferentes formas de expresión y percepción del conflicto, empleadas por civiles y militares en distintos momentos de su desarrollo.