Ahora, transformado en defensor del bien y no del mal, me uní a Miguel junto a sus miles de Arcángeles y salimos al exterior para destruir los ejércitos de PETROVIC, allí donde solo había uno de sus seguidores, lo convertíamos en polvo y ceniza. Actuamos a escondidas, en lo invisible, sin que nadie pudiera vernos a simple vista. Ya no era un ser mortal, pero sufrí la traslación de la carne al espíritu sin pasar por la muerte física, como sucedió con Enoc y el profeta Elías mencionado en las Escrituras. Me convertí en un semidiós, una heroína, una joya de Dios. Después de muchas luchas contra las legiones del mal que destruyeron las vidas de los inocentes en la tierra, llegó el momento de descender
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