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Al salvar la vida de Carlos, Enrique había hecho algo más que salvar la vida de un hombre: había impedido que tres reinos cambiasen de soberano. En efecto, muerto Carlos IX, el duque de Anjou se convertiría en rey de Francia y el duque de Alençon, probablemente, en rey de Polonia. En cuanto a Navarra, como el duque de Anjou era el amante de la señora de Condé, su corona hubiera servido posiblemente para pagar al marido la complacencia con que toleraba la conducta de su mujer. Ahora bien, de aquel trastorno no hubiera sacado ningún provecho Enrique. Cambiaba de amo, esto era todo, y en lugar de…mehr

Produktbeschreibung
Al salvar la vida de Carlos, Enrique había hecho algo más que salvar la vida de un hombre: había impedido que tres reinos cambiasen de soberano. En efecto, muerto Carlos IX, el duque de Anjou se convertiría en rey de Francia y el duque de Alençon, probablemente, en rey de Polonia. En cuanto a Navarra, como el duque de Anjou era el amante de la señora de Condé, su corona hubiera servido posiblemente para pagar al marido la complacencia con que toleraba la conducta de su mujer. Ahora bien, de aquel trastorno no hubiera sacado ningún provecho Enrique. Cambiaba de amo, esto era todo, y en lugar de soportar a Carlos IX, que al fin era tolerante para con él, vería subir al trono de Francia al duque de Anjou, quien, siendo el ojo derecho de su madre Catalina, había jurado darle muerte y no dejaría de cumplir su juramento. Todas estas ideas acudieron a su mente en el momento en que el jabalí se lanzó sobre Carlos IX, y ya hemos visto cuál fue el resultado de sus reflexiones. La vida de Carlos estaba totalmente ligada a su propia existencia. .
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