Cuando los valores identitarios exóticos o de otro mundo entran en conflicto con los de la comunidad de acogida, que se viven intensamente, surge una línea divisoria que debilita a la sociedad.Imponer o forzar sin convencer conduce inevitablemente a la resignación y a la aceptación pasiva. En esta fase, se observa que los valores aceptados pasan necesariamente por una criba, una selección y un rechazo. Rechazo de las asperezas, de los arcaísmos, considerados como tales en el concierto de las naciones, frente a las mutaciones sociales.En la filosofía existencial, la manera diferente de vivir de un pueblo se refleja en sus costumbres y tradiciones.Ante este dilema, surge el conflicto de valores, que provoca conflictos entre las personas, repulsión, desconfianza y el ciclo infernal de la violencia. Y, sin embargo, los esfuerzos federados habrían permitido establecer una convivencia en un clima pacífico de tolerancia en la búsqueda del interés del mayor número.De este modo, valores antes desconocidos entre sí se cruzan, se mantienen y se nutren mutuamente.La ambivalencia o hibridación de los anclajes identitarios daría paso a una simbiosis reflexionada y razonada; un mestizaje cultural.
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