La niña de ojos grises caminó durante toda la mañana. Bajo sus pies crecía la hierba, y ante su vista se alzaban montes cubiertos de flores silvestres. Su atención se centró en unas campanas azules que producían música con sus pistilos tintineantes; y más aún, cuando acercó la mano derecha a una de ellas, y al tocar los pétalos, la flor se marchitó, y se convirtió en polvo, que rápidamente fue esparcido por el viento. Carmina sintió miedo, y luego de mirar para todos lados apresuró el paso.