Este trabajo es, pues, mi vida porque de alguna manera he encontrado lo que he buscado desde siempre, y que hasta llegar a Ecuador no había podido dar forma. Estoy enamorado de esa Fundación, allí tengo lo que para mí es una segunda familia y en todo momento me he sentido parte de un lugar en el que los niños y niñas pueden construir las bases de su mañana, y donde encuentran día tras día la compresión y el cariño del que carecen en muchos de sus hogares, sintiéndose felices y escuchados, pero sobre todo niños. Cuando oyes a un estudiante decir en sus vacaciones que está deseando volver al colegio eres consciente de la importancia que ha adquirido en él este centro educativo; sientes como este tipo de iniciativas son las que pueden hacer que el mundo sea más justo y prometedor para la infancia.