Un corazón anegado en odio, sería lo idéntico que un corazón exuberante de amor. Ambas esencias son definitivamente perjudiciales a la evolución saludable del espíritu. Es menester pues recurrir a la indiferencia como lenitivo eficaz para la armonía del alma. El divino Prometeo, permanecía todo el tiempo insensible a los sonoros truenos de Zeus.
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