Son muchos los objetos o productos que tienen un especial significado para el hombre. La alimentación es, quizá, la función humana que más simbolismo produce. Dentro de ella, el vino, y por extensión, la vid son dos de los más importantes. El vino se asocia al amor y al desamor; a la alegría y a la tristeza; al éxito y al fracaso. Es elemento indispensable en el cultivo del espíritu, los negocios, la guerra y la paz. Las implicaciones sociales, sentimentales y morales del vino originan un mar de costumbres que impregna nuestra vida. Pocas bebidas expresan mejor el componente afectivo o lúdico en las civilizaciones mediterráneas. El vino tuvo de inmediato un simbolismo que sigue vigente y es elemento indispensable en fiestas y celebraciones de todo tipo. Es protagonista de ritos religiosos y de banquetes místicos junto a productos como el agua, el aceite o la miel. En este trabajo intentaremos ver cómo el hecho religioso, que también acompaña al ser humano desde sus orígenes, estableció una provechosa simbiosis con el vino. Haremos un pequeño recorrido de esta misma relación con las religiones de la antigüedad en el Mediterráneo. Nos detendremos en Dioniso, Baco y Liber Pater.