La arquitectura cubana posee un personalísimo sello resultante de 5 siglos de simbiosis de normas artísticas de las más disímiles procedencias. Ello implica llevar la reflexión a un entramado arquitectónico heterogéneo en el que resultan determinantes los componentes arquitectónicos y los elementos decorativos. Tal es el caso de la VIDRIERÍA (también conocida como Vitral), una manifestación heredada del pasado colonial que logró conjugar singularmente las premisas de funcionalidad y belleza. No obstante, desde hace varios años se ha hecho ostensible el peculiar fenómeno donde se ha convertido en una producción creativa integrada en numerosas variantes del llamado interiorismo o diseño de interiores contemporáneo. Su extraordinaria significación para la visualidad de las edificaciones cubanas, la gestión económica del patrimonio arquitectónico, y la interrogante de cómo opera el binomio obra-contenido -en especial a través de la obra de la reconocida creadora cubana Rosa María de la Terga- cautivó la disposición de la autora para adentrarse en el tema, y la aprehensión de dichas inquietudes constituyen las premisas fundamentales sobre las que se asienta la presente investigación.