De la introducción Al escribir sobre un libro de la Biblia, es muy común dedicar algún tiempo a la introducción, describiendo su naturaleza, circunstancias en las que fue escrito, y supuesto propósito del autor, así como otros muchos elementos, algunos cercanos a la conjetura y otros derivados más objetivamente del propio texto. El lector debe aceptar todas esas declaraciones basándose en la palabra y autoridad de quien las expone. Debido a ello, es preferible introducir al lector directamente en el estudio del libro, y si éste es diligente y veraz, comprenderá por sí mismo el contenido. Aprendemos más acerca de una persona relacionándonos con ella, que atendiendo a los sentimientos que despierta en otros. Así pues, procedamos al estudio de Gálatas, y permitamos que el libro hable por sí mismo. Nada puede tomar el lugar de las Escrituras. Si todos estudiasen la Biblia con oración y con la debida devoción, dando oído a toda palabra y recibiéndola como viniendo de Dios mismo, no habría necesidad de ningún otro libro religioso. Todo escrito debiera tener el ferviente propósito de dirigir la atención de las personas hacia la Escritura. Cualquier opinión que sustituya a la propia Biblia, por medio de la cuál alguien se sienta satisfecho sin necesidad de seguir ahondando en el estudio personal del sagrado Libro, es peor que inútil: es perjudicial. Por tal razón, animo urgentemente al lector a estudiar primeramente el texto bíblico con aplicación y esmero, de tal manera que toda posterior referencia a él resulte ya familiar. Dios permita que esta modesta ayuda al estudio de su Palabra pueda familiarizarte con la Escritura, la cual puede hacerte sabio para salvación. E.J. Waggoner.
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