La escuela es un espacio para la socialización política de las nuevas generaciones. En la cotidianidad del aula se aprenden los principios de básicos de la vida en común: la tolerancia y el respeto. Estas competencias, que en el libro se han llamado sociales permiten el reconocimiento y la aceptación de la diferencia, la generación de acuerdos y el agenciamiento de intereses individuales y colectivos. En sociedades como las actuales, pensar y repensar esta función de la escuela, ofrece una posibilidad para la formación de los ciudadanos que requieren los contextos globalizados.