Con Platón y Aristóteles se inicia el debate sobre las pasiones y su naturaleza imperfecta en el hombre de sociedad, pero que incidirá en las posturas científicas contemporáneas sobre las emociones. Las ideas propuestas por Platón, apuntan siempre a la necesidad de contraponer las pasiones al intelecto. Un hombre sabio está en control de su comportamiento y su razón e intelecto se imponen para dotarlo de la capacidad que le permitirá acceder al conocimiento de la realidad. Con Aristóteles se logra un cuerpo teórico más formal que permite el posterior debate entre emociones, pasiones, afectos y sentimientos y su inevitable incidencia en el comportamiento humano. Estos estudios llegan a jugar un importante papel en los procesos comunicacionales, al mostrar la injerencia de las emociones en la oratoria y los discursos deliberativos, afirmando que los juicios y evaluaciones de la realidad se hacen siempre desde la emoción implicada en la retórica de una relación interpersonal.
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