Los programas conjuntos de la ONU insisten en que los huérfanos son sólo una gran preocupación; su presencia refleja un conjunto mucho mayor de problemas a los que se enfrentan los niños. Los niños que han perdido a su(s) progenitor(es) experimentan una serie de cambios negativos en sus vidas y con frecuencia son propensos a empezar a sufrir abandono emocional, malas relaciones interpersonales, baja autoestima, abusos físicos y, a veces, rechazo por parte de los miembros de la familia extensa. La tensión mental y la escasa interacción social de los niños huérfanos han pasado desapercibidas para las partes interesadas (familiares, organizaciones comunitarias e internacionales, y también el gobierno).
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