El capitalismo y la tecnología, trabajando el uno para el otro, como el monstruo bicéfalo Jano y también como un condominio transnacional, han creado ambos diversas máquinas que nos esclavizan a todos transformando la vida humana en la Tierra. Lo que sigue es un breve esbozo histórico de cómo el capital y la tecnología han provocado todo esto. Desde mediados de los años setenta hasta principios de los ochenta en Occidente, el proceso capitalista asignó valor a la información (y al conocimiento): es decir, el capital valoró la información como una forma de trabajo y de mercancía. En resumen, dentro del proceso capitalista, lo que se valora es lo que se puede intercambiar: es decir, una forma de mercancía es lo que tiene valor de cambio. Una vez que este proceso comenzó a valorar las palabras y las ideas, a diferencia de los bienes materiales, el nuevo tiempo del capital, armado con la nueva fuerza de trabajo (información), comenzó a liberarse del tiempo del trabajo concreto. Como resultado, el capitalismo se preocupó menos de organizar el espacio en sectores funcionales que de subsumir la totalidad del tiempo bajo sus propias leyes de intercambio desigual.
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