Las prácticas disciplinarias operan de forma manifiesta y latente en la escuela observada. A menudo se transmiten a través del lenguaje corporal de los profesores y mediante el uso de comentarios humillantes. Se hace hincapié en el "comportamiento correcto" de los alumnos. A los alumnos se les asignan tareas pedagógicas mecánicas, repetitivas y aburridas y se les segrega físicamente cuando no se comportan de acuerdo con las normas escolares predefinidas. Los alumnos se resisten a la autoridad del profesor en la clase discutiendo, incumpliendo la tarea encomendada, quejándose a la autoridad superior y consiguiendo el apoyo de los padres para articular el resentimiento. El estudio concluye que los niños no son seres pasivos y dóciles a los que se pueda imponer y regimentar la disciplina. Son individuos racionalmente pensantes que observan, cuestionan y se resisten a las prácticas disciplinarias de la escuela.
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