Es importante enmarcar las relaciones entre Estados Unidos y Rusia en la dinámica de la globalización que tanto ha dominado las relaciones internacionales en las últimas décadas. En primer lugar, las presiones de la globalización han hecho muy difícil la defensa del territorio para ambos Estados-nación, ya que las presiones de las guerras civiles, el consiguiente éxodo de refugiados y las acciones terroristas han hecho mucho más permeables unas fronteras que solían ser fijas. En segundo lugar, las relaciones ruso-estadounidenses en el mundo posterior a la guerra fría han incluido puntos de tensión pero también de entendimiento mutuo. La expansión de la OTAN liderada por Estados Unidos llevó a esa alianza hasta las puertas de Rusia, mientras que las duras guerras rusas en Chechenia aumentaron las aprensiones occidentales sobre las intenciones de los líderes poscomunistas de Moscú. La guerra estadounidense en Afganistán tras los atentados del 11-S llevó a ambos a un punto de entendimiento común, pero la guerra de Irak liderada por Estados Unidos en 2003, así como la invasión rusa de Georgia en 2008, destruyeron gran parte de esa base común de entendimiento. En tercer lugar, se destacan en gran medida los recientes acontecimientos políticos de 2014-2016. Cada uno de estos estudios de caso giraba en torno a la nueva realidad de que las presiones de la globalización hacían muy difícil la gobernanza dentro de los dos Estados.
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