Aunque el nacimiento de una nueva ciencia siempre constituya un hito histórico, no es frecuente que una revolución científica tenga como telón de fondo una revolución política. El destino quiso que Antoine Lavoisier fuese exponente de ambos acontecimientos: un genuino representante del Siglo de las Luces, que vio su vida segada por el Régimen del Terror. Gracias a sus prodigiosas dotes intelectuales, a la fortuna que amasó con sus propios esfuerzos y a la colaboración de su inteligente esposa, Lavoisier ocupó un lugar prominente en el panorama científico de finales del siglo XVIII. Desde esa posición privilegiada tomó parte en la disputa por descubrir los procesos químicos que tenían lugar durante la combustión. Bajo la atenta mirada de la comunidad científica internacional, Lavoisier y su principal rival, el inglés Joseph Priestley, descubrieron el oxígeno por separado. Pero fue Lavoisier quien, mediante su teoría de las reacciones químicas, basada en novedosos experimentos realizados con la más avanzada tecnología instrumental, acabó con los últimos vestigios de la alquimia medieval y señaló el comienzo de la química moderna. El tratado donde formuló la nueva ciencia salió publicado apenas cuatro meses antes de la toma de la Bastilla.
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