Parte de los horrores del nazismo era la utilización de prisioneros como cobayas humanos para la experimentación en todos los campos de la medicina; desde las pruebas de equipo para pilotos, la extracción ósea o muscular o los experimentos de venenos para asesinar de forma rápida y medicinas para sanar heridas de guerra. Aunque Mengele era el más conocido de todos los médicos nazis no fue el único en usar prisioneros para sus extravagancias mentales ni el más cruel de su profesión. La lista es demasiado larga. Al servicio de un poder deshumanizado, con los propósitos e instintos más bajos que las mentes enfermas pueden desarrollar y con la libertad total para disponer de los prisioneros, estos médicos de la muerte utilizaron a las víctimas por miles para satisfacer sus ansias de un conocimiento sin razón. No dudaron en asesinar a sus víctimas sin remordimientos por lo que a lo largo de los 12 años de era hitleriana se lanzaron a probar inventos inútiles más propios de demenciados que de seres humanos aunque después, los que fueron sometidos a juicio, se les tratase como tales.
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