Hafiz tiene el placer como motivo continuo. Sus versos anhelan un mundo -presidido por el jardín- donde la vida transcurra plácidamente entre aromas, bebidas y miradas de coperos...Para Hafiz el poeta es un menestoroso del deseo, un enamorado del morir y un amante, por tanto (como en el Amor cotés) del amor mismo. Soy el amante de mi amor; dirá. Lo que importa es subir en la escalera del deseo, arder, ir a más, extasiarse, incendiarse, traspasarse, desaparecer en puro ardor, consumarse... Estos refinamientos eróticos -con sombra tutelar platónica- tenían tan esmerandamente persas y árabes...
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