El reino de Danxomè, como todos los demás reinos precoloniales, también experimentó el fenómeno del palacio real. Sin embargo, no disponía de uno solo en el que todos los monarcas gobernaran el país. La realeza danxomèana, la de los Aladaxonu, desarrolló en su territorio una verdadera civilización palaciega. Esta civilización se materializó en una treintena de palacios y residencias reales, la mayoría de los cuales no son más que ruinas en la actualidad. Situados generalmente en el centro de la ciudad, los palacios reales constituían los elementos más permanentes del paisaje urbano precolonial y eran el sello distintivo de la organización política centralizada de ciertas entidades monárquicas. Esta permanencia sigue siendo evidente hoy en día, en el caso de algunos de ellos, en las majestuosas ruinas palaciegas, por un lado, y en sus formas arquitectónicas, por otro. Por ejemplo, el Honmè, el palacio real del área cultural de Ajatado, era la manifestación más grandiosa de la cultura tradicional, la revelación de una cierta maestría en el arte de la construcción que reflejaba la visión espacio-temporal del poder.
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