Prosaísmo sentimental y por momentos casi "naïf" de estirpe netamente "jammiste", "melancolía belga" a la que el Max Aub crítico se referirá muy pertinentemente a propósito del primer Juan Ramón Jiménez, vivencia de un interior sereno -acabo de enumerar a propósito las varias "casas" de poetas presentes en la antología francesa de Renacimiento-, elogio de la vida sencilla -recordemos el "sencillismo" bonaerense de Baldomero Fernández Moreno-, notas de un suave mediterraneísmo azoriniano, colores desvaídos como en los cuadros coetáneos de Ramón Gaya, Emilio Varela, Genaro Lahuerta -tan amigo de max Aub durante los años inmediatamente anteriores a la guerra civil, y decorador de su despacho- o el más olvidado Salvador Mulet: todo esto hace acto de presencia en "Los poemas cotidianos". El libro es doméstico y tranquilo y habla de "las mil cosas recatadas / de nuestro cotidiano vivir", del alba al anochecer, y de éste a una nueva alba, en una "casa de cuento de Grimm", una "casa en calma" como la del poema "El visitante", de Henri de Régnier, traducido por Ramón Pérez de Ayala para la antología de Díez-Canedo y Fortún.
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