Los aymaras fueron objetos de discriminación y exclusión porque eran monolingües; es decir, sólo hablaban el aymara. No sólo fueron estigmatizados de analfabeto, sino de ignorantes, sufrían forma de trato inhumano casi constantemente. Por tanto, no tenían derecho a la educación y no estaban capacitados para ocupar cargos públicos, uno de los requisitos imprescindibles era el saber leer y escribir el castellano. Muchos jóvenes se trasladaban a las diferentes ciudades o centros urbanos como: Juli, Puno y Arequipa en donde se habían establecido los núcleos escolares campesinos para poder tener acceso a la escuela. Por ello, la consigna era por la educación como un espacio de liberación. La escuela no era simplemente comprendida como espacio de "un saber leer y escribir", sino significaba más allá de eso.