Desde muy antiguo, la palabra herencia se relaciona con los bienes materiales que una persona, al morir, deja a sus descendientes directos. Ese concepto continúa en nuestros días. En el siglo XIX la palabra herencia se amplió desde el significado usual o jurídico hacia el aspecto biológico, para referirse al conjunto de caracteres que los seres vivos recibimos de nuestros progenitores a través del material genético. Tomando ambos criterios es que, por un lado, nos sentimos legítimos herederos de un capital físico, que se muestra en permanente movimiento, con placeres y dolores que el crecimiento va dejando como legado intransferible. Por otro lado, la gente de la ciudad tiene su génesis, que recibe de sus antepasados y va transmitiendo a despecho de toda contaminación y desarraigo. En las páginas que siguen, como las que precedieron en los tomos anteriores, podrá advertir el lector esa herencia tangible, que brota de testimonios orales y escritos. >La Llanura "Y en aquel lugar alguien gritó Nosotros somos los que tuvimos la suerte De reconocer el horizonte. Voladores, volemos, que aquí es donde Las cimas incorpóreas se han hecho visibles". (Fortunato Nari - "Contemplador de crepúsculos")
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