La participación de la enfermería en investigación ha cambiado radicalmente durante los últimos 150 años. Al principio evolucionó lentamente desde las investigaciones de Florence Nightingale en el siglo XIX, sin embargo desde la década de los 70 han ido surgiendo un número cada vez mayor de estudios de enfermería centrados en problemas clínicos. La evidencia científica resulta de un balance dinámico y flexible entre al menos cuatro elementos: la investigación rigurosa, la experiencia profesional acumulada, las opiniones y las preferencias de los usuarios/pacientes y la realidad de unos recursos limitados; pero, además, estos elementos deben armonizar con un marco legal y una ética vital ineludibles. Los cuidados de enfermería generan continuas preguntas de investigación y la elección de la metodología oportuna depende del problema objeto de estudio y, más concretamente, de la pregunta formulada. La necesidad de una práctica enfermera basada en la evidencia surge del reconocimiento, gracias a una práctica reflexiva, de áreas de incertidumbre en el conocimiento y de la consiguiente variabilidad de algunas actuaciones profesionales.