Desde la misma aparición de las enfermedades en el ser humano, la humanidad se preocupó de conocer sus causas para evitarlas o procurar su curación y para ello tuvo como una de sus opciones encontrar en los líquidos biológicos del paciente la causa de sus males. Los exámenes rudimentarios de los fluidos del cuerpo humano se remontan a la época del médico griego Hipócrates alrededor del año 300 aC pero no fue sino hasta 1896 en que se describe el primer laboratorio clínico, una habitación de cuatro metros por cuatro metros en el Hospital Johns Hopkins. Con el paso de los años y a pesar de las dificultades que la religión y las creencias propias de la época imponían-se pensaba que las enfermedades eran castigos divinos- algunos científicos con mucho afán buscaban en los propios líquidos del organismo el origen de las enfermedades a través de pruebas incipientes como el estudio de la sangre y la orina principalmente.