Como el prisionero del mito de la caverna de Platón, el África independiente ha sido incapaz de soportar la luz cegadora del sol que es la libertad recobrada. Pero como ya no puede volver a las sombras de la caverna, ha elegido la sombra del velo ideológico para ocultar la fealdad de la dictadura y la miseria del subdesarrollo. Esta África en busca de sí misma, en busca de originalidad, ha permanecido prisionera de la "palabra" y del "dicho", a falta de poder actuar y someterse al fuego de la praxis. Esto dio lugar a la aparición de toda una panoplia de corrientes ideológicas, entre ellas la de Mobutu: la ideología de la autenticidad. Una ideología que pretendía ser saludable y liberadora, pero que muy pronto se convirtió en totalitaria y desastrosa. En efecto, ni siquiera el deporte y los deportistas, considerados como una de las bases esenciales del apoyo popular del régimen, pudieron escapar a sus garras, y a las amenazas y manipulaciones de que eran objeto. En otras palabras, cuando Mobutu tomó el poder y cuando cayó, era la encarnación misma de su propio adagio: "antes de mí el caos y después de mí el diluvio".
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