Las palabras miedo, ansiedad y dolor se han asociado durante mucho tiempo a la odontología. A lo largo de los años, el público en general ha pensado, y se le ha enseñado, que la odontología duele. De hecho, la odontología ha estado a la vanguardia de la lucha contra el dolor. El objetivo principal del tratamiento farmacológico de los pacientes es minimizar o eliminar la ansiedad, lo que puede conseguirse mediante la sedación, que a su vez es un proceso continuo. La anestesia general elimina totalmente la ansiedad y el umbral de reacción al dolor. La sedación, dependiendo de su profundidad, produce una reducción relativa de la ansiedad que facilita la oportunidad de invitar al paciente a utilizar las habilidades de afrontamiento aprendidas y el aumento del umbral de reacción al dolor. Sin embargo, la sedación y la anestesia general no están exentas de riesgos significativos frente a los cuales deben medirse los beneficios de estas técnicas. La monitorización de las funciones fisiológicas apropiadas de un paciente durante los procedimientos sedantes y la anestesia general permite la detección precoz de los efectos secundarios adversos que pueden producir los fármacos o las acciones clínicas, como la hemorragia o la infraventilación. La detección precoz de estos problemas permite instituir medidas correctivas en el momento en que son más eficaces.
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