Esta última obra de A. Gálvez, dedicada a la relación entre la Mística y la Poesía, forma un binomio perfecto con su obra anterior "El Misterio de la Oración". Constituyen ambas un intento de exposición de las realidades más importantes y sublimes a las que puede aspirar el ser humano: el amor de enamorados entre Dios y el hombre, y el "locus" ideal para hacerlo posible, que es el de la oración mística o como clásicamente se denomina "contemplativa", la más elevada que se le ha concedido al hombre tener por parte de Dios. El desafío que se propone A. Gálvez no es menor: pues trata de exponer un auténtico universo de misterios, que siendo realidades para los que les han sido concedido vivirlas, sin embargo son inexpresables con el simple lenguaje humano para terceras personas. Queda un último recurso: la Poesía. Es lenguaje humano, pero tiene un "duende" que le permite llegar a donde no llega la prosa, mostrando al lector un mundo de sugerencias, de emociones, de Belleza..., que de alguna manera suple la insuficiencia indicada. La Poesía verdadera nos lleva al umbral de un universo inefable, a la Mística, y nos invita de un modo exuberante a introducirnos en él. El texto es una invitación al cristiano a vivir unas realidades, que siendo en sí inefables, se han hecho todavía más lejanas a muchos debido a la "dureza de las exigencias" y a lo "exotérico de las explicaciones" con las que se han tratado clásicamente estos temas. Por otro lado, el autor denuncia las falsas místicas que pululan hoy en día, y que causan confusión en muchos espíritus, señalando los rasgos de la auténtica. Es así, como van transcurriendo a lo largo del tratado, temas tan sugerentes como la soledad de los amantes, las descripciones metafóricas usadas en la relación de amor, el diálogo, el susurro de amor, la reciprocidad en el amor, la mirada amorosa, la paz y la tranquilidad en el itinerario de la vida contemplativa, la participación en la Muerte de Cristo, la visión contemplativa, el sonido y la música en la Poesía Mística, etc. La apelación a la Belleza como medio ideal para adentrarse en el campo de la Mística, se hace patente por el uso ajustado, medido y abundante de la poesía, tanto de la revelada en El Cantar de los Cantares, como en las sublimes liras de San Juan de la Cruz, y en las estrofas originales del autor. Sin embargo, el libro tiene el mérito adicional de hablar de esas realidades tan sublimes y bellas, con un lenguaje de extraordinaria belleza, hasta el punto que nos encontramos que todo él está inundado de verdadera prosa poética. Resalta también la exposición, por su fundamento teológico (trinitario, cristológico, antropológico, etc. junto con toda la teología del Amor del propio autor), ortodoxo y a la vez feraz en posibilidades de nuevas profundizaciones. Conviene finalmente señalar la audacia de dedicar un libro a temas tan alejados del estado de ánimo de tantos en esta época paganizada, secularizada e incluso anticristiana, y que por ello mismo servirá como bálsamo espiritual y fuente de fortaleza para tantos cristianos que añoran y suspiran por vivir el mundo maravilloso y extraordinario de las verdaderas relaciones de amor de enamorados que Dios ofreció a sus hijos.
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